En 1925, el escritor Kurt Tucholsky llega al País Vasco continental con el propósito de tomarse unas vacaciones. De sus andanzas surge un libro de viajes totalmente inusual para la época, divertido y serio a la vez y que habla con frescura y humanidad de individuos corrientes que se exhiben en su vida diaria como campesinos, bersolaris o jugadores de pelota. Pero, sin embargo, también sanciona con agresividad la autoridad del estado, la religión y la estupidez general que impera en el mundo, una estupidez personificada en imágenes concretas como la presidencia de una corrida de toros, el aire señorial de los balnearios de Biarritz o el turismo que monta con él en los coches postales.